Pocos de ustedes sabrán que escribía un diario contando anécdotas de mi vida desde que tenía 11 años. Bueno, aún lo sigo haciendo pero no con la misma frecuencia de antes. Empezó siendo un proyecto escolar y acabo por contar las grandes aventuras (y desventuras también) a lo largo de mi adolescencia hasta el momento. La verdad es que hasta yo había olvidado que tenía un diario y si no es porque los encuentro entre mis libros, no habría recordado viejos tiempos gracias a tan vívidas experiencias. Desde luego que es algo muy personal lo que escribo, pero ese no es el motivo por el que estoy escribiendo esto.
Resulta que hay dos cuentos que me recuerdan a mi experiencia de escribir su vida, los cuales también encontré entre montones de libros en mi habitación y de cierto modo tengo similitud en mi forma de escribir., más con el primer cuento.Y quiero compartirlos con ustedes, tal vez hasta los hayan leído.
Si, estoy en mi momento de leer y leer... ¿ya les he mencionado que me traumé con Cien años de soledad? Bueno pues me estoy leyendo de nuevo ese libro, tal vez dentro de poco escriba un post con alguna reseña.
Sin más, los dejo jugar con su imaginación y sumergirse en el mundo de las letras (quería que se leyera bien dramático e intenso :P )
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SECRETO A VOCES
Mónica Lavin. Atrapados en la escuela. Selector, México: 1994.
Seguramente alguien ya lo había leído. Irene no lo encontró en su mochila, donde a veces lo traía con el temor de que en casa su hermano lo abriera. El diario no tenía llave, así es que lo sujetaba con una liga a la que colocaba una pluma del plumero con la curva hacia el lomo de la libreta. De esa manera, cualquier cambio en la colocación de la pluma, delataba una intromisión. Nunca pensó que en la escuela alguien se atrevería a sacarlo de su mochila.
Se acordó de la tía Beatriz con rabia. Cómo se le había ocurrido regalárselo. "A mí me dieron un diario a los quince años, así es que decidí hacer lo mismo contigo." Deseó no haber tenido nunca ese libro de tapas de piel roja. Ahora estaba circulando por el salón, quién sabe por cuántas manos, por cuántos ojos.
Miró de soslayo, sin atreverse a un franco recorrido de las caras de sus compañeros que resolvían los problemas de trigonometría. Temía toparse con alguna mirada burlona, poseedora de sus pensamientos escondidos.
Repasó las numerosas páginas donde estaba escrito cuánto le gustaba Germán, cómo le parecían graciosos esos ojos color miel en su cara pecosa y cómo se le antojaba que la sacara a bailar en las fiestas del grupo. Más lo pensaba y se ponía colorada. Menos mal que había notado la pérdida en la última clase del día. No podría haber resistido el recreo, ni las largas horas de clases de la mitad de la mañana, sabiéndose entre los labios de todos y que su amor por Germán era un secreto a voces.
Justo el día anterior, Germán se había sentado junto a ella a la hora de la biblioteca. Debían hacer un resumen de un cuento leído la semana anterior. Como no se podía hablar, Germán le pasó un papelito pidiendo ayuda. "SOS, yo analfabeta." Con dibujitos y flechas, Irene le contó la historia que Germán a duras penas entendía y se empezaron a reír. La maestra se acercó al lugar del ruido y atrapó el papelito cuando Germán lo arrugaba de prisa entre sus manos. La salida de la hora de biblioteca les valió una primera plática extra escolar y dos puntos menos en lengua y literatura.
Todo eso había escrito Irene en su libreta roja el miércoles 23 de abril, mencionando también qué bien se le veía el mechón de pelo castaño sobre la frente y cómo era su sonrisa mientras le pedía disculpas y le invitaba un helado, el viernes por la tarde, como desagravio. Los mismos latidos agitados de su corazón al darle el teléfono, estaban consignados en esa última página plagada de corazones con una G y una I que ahora, todos, incluso el mismo Germán, conocían.
Al sonar la campana, abandonó deprisa el salón, y hasta fue grosera con Marisa.
- ¿Qué te pasa?, parece que te picó algo.
- Me siento mal - contestó sin mirarla siquiera y preparando su ausencia del día siguiente.
En la casa, por la tarde, recordó ese menjurje que le dieron una vez para que devolviera el estómago. Agua mineral, un pan muy tostado y sal; todo en la licuadora. Cuando llegó su madre del trabajo, la encontró inclinada sobre el excusado y con la palidez de quien ha echado fuera los intestinos.
Pasó la mañana del viernes en pijama, intentando leer El licenciado Vidriera que era tarea para el mes siguiente pero decidiéndose por Los crímenes de la calle Morgue, pues al fin y al cabo no pensaba volver más a esa secundaria. Poco se pudo concentrar, pensando en las líneas de su libreta que ahora eran del dominio público y planeando la manera de argumentar en su casa un cambio de escuela. Era tal su voluntad de olvidarse del salón de clases, que ni siquiera reparó en que era viernes y que había quedado con Germán de tomar un helado hasta que sonó el teléfono.
-Te llama un compañero, Irene - gritó su madre.
No pudo negarse a contestar, habría tenido que dar una explicación a su madre, así es que se deslizó con pesadez hasta el teléfono del pasillo.
- Lo tengo - gritó para que su madre colgara.
- Bueno.
- Hola, soy Germán. ¿Qué te pasó?
- Me enfermé del estómago.
- ¿Y todavía te animas al helado? - se le oyó con cierto temor.
Irene se quedó callada buscando una respuesta tajante.
- No, no me siento bien.
- Entonces voy a visitarte -dijo decidido-, así te llevo el tema de la investigación de biología. Nos tocó juntos.
No tuvo más remedio que darle su dirección, bañarse a toda prisa y vestirse. Esa intempestiva voluntad de Germán por verla era un clara prueba de que la sabía suspirando por él. Ahora tendría que ser fría, desmentir aquellas confesiones escritas en el diario como si fueran de otra.
German llegó puntual y con una cajita de helado de limón pues "era bueno para el dolor de estómago". Irene se empeñó en estar seca, distante y sin mucho entusiasmo por el trabajo que harían juntos. La cara de Germán fue perdiendo la sonrisa que a ella tanto le gustaba.
Antes de despedirse, y con el ánimo notoriamente disminuido después de la efusiva llegada con el helado de limón, Germán le pidió el temario para los exámenes finales pues él lo había perdido. Irene subió a la recámara y hurgó sin mucho éxito por los cajones del escritorio y en su mochila. Se acordó de pronto que apenas el jueves había cambiado todo a la mochila nueva. Dentro del clóset oscuro, metió la mano en la mochila vieja y se topó con algo duro. Lo sacó despacio, era el diario de las tapas rojas con la curva de la pluma hacia el lomo.
Bajó de prisa las escaleras.
- Lo encontré -dijo aliviada-, pero el temario no.
Germán la miró sin entender nada.
-Es que ya no iba a volver a la escuela - explicó turbiamente-. ¿Quieres helado?
- Ya me iba - contestó Germán, aún dolido.
- No, todo ha sido un malentendido. No te puedo explicar, pero quédate, por favor - intentó Irene.
- Está bien - contestó Germán con esa sonrisa que a ella tanto le gustaba y el mechón castaño sobre la frente, sin saber que esa tarde quedaría escrita en un libro de tapas rojas.
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EL PRINCIPIO DEL PLACER
José Emilio Pacheco
No lo van a creer, dirán que soy un tonto, pero de chico mis ilusiones eran volar, hacerme invisible y ver películas en mi casa. Me decían: espérate a que venga la televisión, es como un cinito en tu cuarto. Ahora ya estoy grande y me rio de todo eso. Claro, ya hay televisión y sé que nadie puede volar a menos que se suba a un avión y todavía no se descubre la fórmula para hacerse invisible.
Me acuerdo de la primera vez. Pusieron un televisor en "Regalos Nieto" y en la esquina de Juárez y Letrán había tumultos para ver las figuritas. Pasaban nada más documentales: perros de caza, esquiadores, playas de Hawai, osos polares, aviones supersónicos.
Pero ¿ a quién me estoy dirigiendo? Se supone que nadie va a leer este diario. Me lo regalaron para navidad y no había querido escribir nada en él: tener un diario me parece un asunto de mujeres, hasta me he burlado de mi hermana porque lleva uno y apunta muchas cursilerías: "Querido diario, hoy fue un día tristísimo, estuve esperando en vano que me llamara Gabriel"; cosas así. De esto a los sobrecitos perfumados sólo hay un paso, y que risa les daría a los de la escuela enterarse que yo también voy a andar con estas mariconadas.
El profesor Castañeda nos recomendó escribir un diario; por eso acepté que me obsequiaron esta libreta verde que cuando menos no chupa la tinta como las del colegio. Según Castañeda, un diario enseña a pensar claramente porque redactando ordenamos las cosas y con el tiempo se vuelve muy interesante ver cómo era uno, que hacía, que opinaba, cuánto ha cambiado.
Por cierto, me puso diez en mi composición sobre el árbol e hizo que publicaran en el periódico de la secundaria unos versos que escribí para el día de la madre. En composiciones y dictados nadie me gana; cometo errores pero tengo mejor ortografía y puntuación que los demás. También soy bueno para historia, civismo e inglés y, en cambio, una bestia en física, matemáticas y dibujo. Creo que en mi salón no hay otro que se haya leído completo -bueno, casi completo- El tesoro de la juventud, así como todo Salgari y muchas novelas de Dumas y Julio Verne. Leería más pero Aceves nos dijo que no hay que hacerlo mucho porque gasta la vista y debilita la voluntad (?) Quién entiende a los profesores, uno dice una cosa y otro exactamente lo contrario.
Es divertido ver cómo se juntan las letras y salen cosas que no pensábamos decir. Ahora sí me propongo contar lo que me pase. Me daría mucha pena que alguien viera este cuaderno. Voy a guardarlo entre los libros de mi papá. Nadie se dará cuenta (espero).
Dejé de escribir varios meses aquí. De ahora en adelante trataré de hacerlo todos los días o cuando menos una vez por semana. El silencio se debió a que nos cambiamos a Veracruz, en donde mi papá es ahora jefe de la zona militar. Todavía no me acostumbro al calor, duermo mal y de verdad se me ha hecho muy pesada la escuela.
No tengo amigos entre mis compañeros y los de México no me han escrito. Lo que más me dolió fue despedirme de Marta. Ojalá cumpla su promesa y convenza a su familia para que la traiga en vacaciones. La casa que alquilamos no es muy grande pero está en el Malecón y tiene un jardín en el que leo y estudio cuando no hace mucho sol. Veracruz me encanta. Lo único malo (aparte del calor) es que hay muy pocos cines y todavía no llega la televisión.
Nado mucho mejor y ya aprendí a manejar. Me enseño Durán, el nuevo asistente de mi papá. Otra cosa: cada semana va a haber lucha libre en el cine Díaz Mirón. Si saco mejores calificaciones me darán permiso de ir.
Hoy conocí a Ana Luisa, una amiga de mis hermanas, hija de la señora que les cose la ropa. Vive aquí a la vuelta y trabaja en "El paraíso de las telas". Estuve muy tímido. Luego traté de parecer desenvuelto y dije no sé cuantas estupideces.
Al terminar las clases me quedé en el centro esperando que saliera Ana Luisa de su trabajo. Me adelanté una cuadra para subirme al mismo tranvía "Villa del Mar por Bravo". Hice mal porque estaba con sus amigas de la tienda. No me atreví a acercarme paro la saludé y ella me contestó muy amable. ¿Qué va a pasar? Misterio.
Exámenes trimestrales. Me volaron en química y en trigonometría. Por suerte mi mamá aceptó firmar la boleta y no decirle nada a mi papá.
Ayer en independencia, Pablo me presentó a un muchacho de lentes. Luego me dijo: -¿Ves? Ese anduvo con la que te gusta.-No dio mayores detalles ni me atreví a preguntárselos.
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Manejé desde Villa del Mar hasta Mocambo. Durán dice que lo hago bastante bien. Es muy cuate a pesar e que ya tiene como veinticinco años. Un mordelón nos detuvo porque me vio muy chico. Duran lo dejó hablar mientras nos pedía licencia o permiso de aprendizaje y amenazaba con llevarnos al bote. Después le dijo de quién era el coche y quién era yo, y asunto arreglado sin necesidad de dinero.
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Ni sombra de Ana Luisa en muchos días. Parece que se tuvo que ir a Xalapa con su familia. He dado vueltas y vueltas por su casa y siempre está cerrada.
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Fui al cine con Durán. Allí nos estaba esperando su novia. Me cayó bien. Es simpática. Está bonita pero un poco gorda y tiene dientes de oro. Se llama Candelaria, trabaja en la farmacia de los portales. La fuimos a dejar a su casa. De vuelta le conté a Durán lo de Ana Luisa. Respondió: -Me lo hubieras dicho antes. Te voy a ayudar. Podemos salir juntos los cuatro.
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No he escrito porque no pasa nada importante. Ana Luisa todavía no regresa. ¿ Cómo puedo haberme enamorado de ella si no la conozco?
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Candelaria y Durán me invitaron a tomar helados. Ella me estuvo haciendo preguntas sobre Ana Luisa. Durán le contó la historia, aumentándola. ¿Y ahora?
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Al volver de la escuela me pasó una cosa muy impresionante: vi por primera vez un muerto. Claro conocía las fotos que salen en "La Tarde" pero no es lo mismo, qué va.
Había muchísima gente y aún no llegaba la ambulancia. Alguien la tapó la cara con una funda de almohada. Unos niños la levantaron y me horrorizó ver el agujero del pecho, la boca y los ojos abiertos. Lo peor era la sangre que corría por la calle. Muy espesa, daba asco. Lo asesinaron con uno de esos abridores de cocos que son en realidad cuchillos dobles y tienen en medio un canalito para sacar el pedazo. El muerto era un estibador o pescador, no sé bien. Tenía ocho hijos y lo mató por celos el amante de la señora que vende tamales en el callejón. El asesino huyó. Ojalá lo agarren, dicen que estaba muy borrracho. Lo mas raro es que puedan matarse por una mujer tan vieja y tan fea. Yo creía que sólo la gente muy joven se enamoraba.
Por mas que hago no puedo dejar de pensar en el cadáver, la herida espantosa, la sangre hasta en las paredes. No se como le habrá hecho mi papá en la Revolución, aunque me contaba que al poco tiempo de andar en eso uno se acostumbra a ver muertos.
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Ya regresó. Vino a la casa. La saludé pero no supe cómo hablarle. Luego salió con mis hermanas. ¿ En qué forma podré acercarme a ella?
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El domingo van a ir al cine y a lo mejor después al Zócalo. Allí pienso aparecerme. Maricarmen me preguntó si me gustaba Ana Luisa. Yo, como buen cobarde, le respondí: -No, por favor, hay muchachas mil veces mas bonitas.
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Estuve en el Zócalo desde las seis y media. Me encontré a Pablo y a otros de la escuela y me puse a dar vueltas con ellos. Al rato llegaron Ana Luisa y mis hermanas.
Las invité a tomar helados en el "Yucatán". Hablamos de películas y de Veracruz. Ana Luisa quiere irse a vivir a México. Durán pasó por nosotros en el coche grande y fuimos a dejarla. Apenas se bajó, la Nena y Maricarmen empezaron a burlarse de mí. Hay veces en que odio a mis hermanas. Lo peor fue lo que dijo Maricarmen: -No te hagas ilusiones, chiquito, porque Ana Luisa tiene novio; solo que no está aquí.
*
Después de pensarlo mucho, por la tarde esperé a Ana Luisa en la parada del tranvía. Cuando se bajó con sus amigas la saludé y le dejé en la mano un papelito: Ana Luisa: Estoy perdidamente enamorado de ti. Me urge hablar contigo a solas. Mañana te saludaré como ahora. Déjame tu respuesta en la mano, diciéndome
cuándo y dónde podemos vernos, o si prefieres que ya no te moleste.
Jorge
Luego me pareció una metida de pata lo último pero ya ni remedio. No tengo la menor idea de qué va a contestarme. Más bien creo que me mandará al diablo.
*
Estuve todo el día muy inquieto, pensando en la respuesta de Ana Luisa. Contra lo que esperaba, me contestó:
Jórge no lo creo como bas a estar enamorado de mi, asepto que hablémos, nos vemos el domingo a medio dia en las siyas de Villadelmar.
Ana Luisa
*
Duran: -¿Ya ves? Te dije que era pan comido. Ahora oye mis consejos y no vayas a pendejearla el domingo.
Maricarmen: -¿Qué te pasa? ¿Por qué andas tan contento?
Lo malo es que no estudié nada.
*
Llegué quince minutos antes; alquilé una silla y me puse a leer un libro de la Nena, "Compendio de filosofía", para que Ana Luisa me viera con él. No pude concentrarme, estaba inquietísimo. Dieron las doce, y nada. Las doce y media, y tampoco. Pensé que ya no iba a llegar. Cuando me había hecho el ánimo de irme, apareció.
-Perdóname, no podía escaparme.
-¿Escaparte? ¿De quién?
-Cómo que de quien: de mi mamá.
-¿Recibiste mi recado?
-Naturalmente. Te contesté. Por eso estamos aquí.
-Claro, tienes razón, qué bruto soy... ¿y qué piensas?
-¿De qué?
-De lo que te decía.
-Ah, pues no sé.
-¿Como?
-Dame tiempo, déjame pensarlo.
-Ya tuviste mucho tiempo: decídete.
-Pero si, como te dije, apenas te conozco.5
-Yo tampoco te conozco y ya ves...
-¿Ya ves qué?
-...estoy enamorado de ti.
Me puse rojo. Creía que Ana Luisa iba a reírse. Pero no dijo nada. Sonrió y me tomo de la mano. Nos fuimos caminando en silencio por el Malecón hacia el Fraccionamiento Reforma. Me sentía feliz aunque con miedo de que fuera a pasar alguien de la casa. De repente Ana Luisa habló:
-Bueno,debo confesarte que tu también me gustas mucho
No supe que contestar.
-Pero hay un inconveniente.
-¿Cuál?
-Eres mas chico que yo.
-No es cierto (creo) y aún si lo fuera qué importa.
-¿De verdad?
-Claro que no importa.
Quisiera escribir todo lo que pasó hoy. Pero anda por aquí Maricarmen y sería fatal que me viera escribiendo. Voy a guardar la libreta en lo más alto del ropero. Estoy muy contento y todo salió mil veces mejor de lo que esperaba.
*
Durante una semana nos hemos estado viendo en el Malecón por la noche. No he escrito porque tengo miedo de que alguien vaya a leerlo ( mis hermanas son muy chismosas y lo cuentan todo), aunque siento que si dejo de escribir no quedará nada de lo que está pasando. Ni siquiera tengo una foto de Ana Luisa. No quiere dármela ya que si me la encuentran le contarán a su mamá y...
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Ayer tuve que interrumpirme porque entró mi papá. Le dije que estaba haciendo la tarea de Historia y me creyó. Lo he visto muy nervioso: en el sur del Estado hay problemas con los campesinos que no quieren desocupar las tierras en que se construirá otra presa del sistema hidroeléctrico. Si las cosas no se arreglan él tendrá que ir personalmente. Hoy le estuvo hablando de eso a mi mamá. Dijo que como el ejército salió del pueblo no debe disparar contra el pueblo. No se mucho de mi papá, casi no hablamos; pero una vez me contó que era muy pobre y se metió a la Revolución hace como mil años, cuando tenía más o menos mi edad.
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Un día horrible. Ana Luisa se fue otra vez a Xalapa. Prometió escribirme a casa de lo novia de Duran. Ando cada vez peor en la escuela. Pensar que en la primaria era uno de los mejores alumnos
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Duran me llevó a practicar en carretera. Maneje desde Mocambo hasta Boca del Río. Candelaria vino con nosotros y me prometió que en cuanto regrese Ana Luisa le pedirá permiso a su mamá para que la deje salir con ella, y nos iremos de paseo los cuatro.
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Me habló Candelaria y dijo que recibió carta de Ana Luisa y que me la mandaría con Durán. Le contesté que mejor yo pasaba a recogerla. Pero como era domingo no hubo ningún pretexto para salir y tuve que estar todo el día muerto de desesperación en la casa.
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Quérido Jórge perdoname que no te alla escrito pero es que no he tenido tiempo pues han habido muchos problemas y no me dejan un minuto sola. Fijate que ora que llegamos mi tia le contó todo a mi papá de que salia yo sola contigo y enfin quien sabe cuanta cosa le dijo.
Luego que ella se fué mi papá me llamo y me dijo que ella le havía dicho y yo le dije que no era cierto, que saliamos pero con tus hermanas, bueno pues no te creas que lo crelló.
Jórge los dias se me hasen siglos sin verte, a cada rato pienso en ti, en las noches me acuésto pensando en tí, quiciera tenerte siempre junto a mí, pero ni módo que le vamos a ser.
Jórge apurate en tus clases haber si es posible que vengas a Jalapa porque lo que es yo a Veracrúz quien sabe asta cuando valla.
Bueno quérido Jórge, saludes a la Nena y a Mari Carmen, a tu mamá y a tu papá tan bien y muy especialménte a Dúran y a su nobia.
Si quieres escribirme aslo a lista de correo a nombre de LUISA BERROCAL, me entregan la carta porque téngo una credensial a ese nombre.
Buéno, a Dios Jórge, recibe muchos besos de mi parte de la que te quiere y no te puede olvidar
Ana Luisa
Ya copiada la carta al pie de la letra haré aquí mismo un borrador de contestación:
Amor mío (no, mejor:) Querida Ana Luisa (tampoco, suena muy frío) Queridísima e inolvidable Ana Luisa (no, salió cursi.) Muy querida (es poco). Mi muy querida Ana Luisa ( así está bien, creo yo):
No te puedes imaginar la enorme alegría que me dio tu carta que tanto he esperado (suena medio mal pero en fin ahí se va). Tampoco te imaginas cuánto te extraño y que necesidad tan grande tengo de verte. Ahora sé que de veras te quiero y estoy profundamente enamorado de ti.
Sin embargo debo decirte con toda sinceridad que hubo tres cosas muy extrañas en tu carta:
Primera.- Creí que la señora con quien vives era tu mamá, y resulta ser tu tía. (Por cierto,nunca me dijiste que tu papá estaba en Xalapa.)
Segunda.-¿Por qué no puedes regresar? ¿Por que tienes que ir tan seguido a Xalapa? Todo esto me preocupa muchísimo y te suplico no me dejes en duda.
Tercera.- Envió esta carta a lista de correos y dirigida en la forma que me indicas, pero sinceramente no entiendo como es que tienes una credencial con un nombre que no es el tuyo. ¿Verdad que me lo vas a explicar?
De por acá no te cuento nada porque todo es horrible sin ti. regresa pronto. Te mando muchos besos con mi más sincero amor.
Jorge
El principio y el fin se parecen bastante a las cartas que le manda Gabriel a Maricarmen -y que naturalmente he leído sin que ella lo sepa- pero creo que en conjunto está más o menos aceptable. Voy a pasarla en limpio y dársela a Duran
para que la eche al correo.
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De aquí a un año ¿en dónde estaré, qué habrá pasado? ¿Y dentro de diez?
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Llegué a casa con la boca partida y chorreando sangre de la nariz. A pesar de todo gané el pleito. Al salir de la escuela me di con Oscar ( el hermano de Adelina, esa gorda que habla mal hasta de su madre y es amiguísima de la nena) porque dijo que me habían visto en plan de noviecito con Ana Luisa y estaba haciendo el ridículo pues ella se acuesta con todos. No lo creo ni voy a permitir que nadie lo diga. Lo malo es que con esto y con la carta ya son demasiados misterios y dudas. Tuve que decir que me peleé porque criticaron a mi papá debido al asunto de las tierras.
*
Menos mal, se arregló no sé cómo ese problema y mi papá no tuvo que intervenir directamente. Sigo esperando respuesta de Ana Luisa. Fui otra vez al cine con Candelaria y Duran. Vimos "Sinfonía de París" y "Cantando bajo la lluvia".
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En la escuela nadie se me acerca. Parece que después de lo que paso con Oscar tienen miedo de hablarme o me están aplicando la ley del hielo. Hasta Pablo, Que ya era casi mi mejor amigo, trata de que los otros no nos vean mucho juntos.
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No pude más y les conté todos los misterios de Ana Luisa a Candelaria y Durán. Ella me dijo que, sabiéndolo, no había querido mencionar antes el tema para no desilusionarme; si ahora estaba dispuesta a hacerlo era con objeto de que yo supiese a qué atenerme. El motivo de los viajes de Ana Luisa a Xalapa es que su papá y la señora que vive con él -pues la verdadera madre huyó con otro hombre cuando acababa de nacer Ana Luisa- tratan de casarla porque tuvo relaciones con un muchacho de allá. Se entiende qué tipo de relaciones. No pueden hacer que se case con ella por la ley o por la fuerza: él es sobrino del gobernador y si se ponen en contra suya tienen perdida la pelea.
Fingí indiferencia ante Candelaria y Durán, pero por dentro estoy que me lleva el diablo.
*
Muy querida Ana Luisa:
¿Recibiste mi carta? ¿Por que no me contestas? Me urge verte y hablar contigo pues aquí están pasando cosas muy raras. Te suplico por favor que regreses lo más pronto posible o cuando menos que me contestes. Escribeme aunque sea una tarjeta. Hazlo ahora mismo, no lo dejes para después. Te manda muchos besos, te extraña cada vez más y te quiere siempre.
Jorge
*
Nunca debí haberle dicho la historia a Durán. Me trata de otra manera y se toma una serie de confianzas que no tenía antes. En fin...
*
Tal parece que la cuestión de Ana Luisa me obliga a pelearme con todo el mundo. En la escuela ya no me dicen nada pero me siguen viendo como a un bicho raro. Y ¿qué estará pasando en Xalapa? ¿Por qué no me contesta Ana Luisa? ¿Será verdad lo que dijo Candelaria? ¿No lo habrá inventado nada más por envidia?
*
Estaba leyendo "Las minas del Rey Salomón" cuando sonó el teléfono. Era Ana Luisa que hoy volvió de Xalapa. Rapidito me dijo: -Gracias por escribirme. Me he acordado mucho de ti. Búscame mañana al salir del trabajo. Y ahora, para disimular, comunícame con la nena.- Pasaré un día y una noche horribles, muriéndome de ganas de verla.
*
¿Por donde empezar? Bueno, Durán no quiso prestarme el coche porque mi papá se enojaría con él si se enteraba y propuso que saliéramos los cuatro. El iba a pasar por Candelaria, luego por mí al colegio y después por Ana Luisa al "Paraíso de las telas".
Candelaria, que trabaja muy cerca, le avisaría el plan. Así fue. Ana Luisa nos esperaba en la esquina. No pareció molesta porque estuvieran conmigo los otros dos. Saludó a Candelaria como si la conociera de mucho antes, subió al asiento de atrás y, sin importarle que la vieran, me dio un beso.
-¿A dónde vamos? -preguntó-. Me dan permiso hasta las ocho.
-Por allí, a dar la vuelta -contestó Durán-. ¿Qué les parece Antón Lizardo?
-Muy lejos -respondió Ana Luisa.
-Sí, pero en la otra parte pueden vernos -añadió Candelaria.
-Ay, tú, ni que fuéramos a hacer qué cosas -dijo Ana Luisa.
-Por Dios, niña, no tengas malos pensamientos -se apresuró a comentar Durán con voz de cine mexicano-. Es simplemente que si nos ven y le cuentan a mi general, me manda al paredón por andar de encaminador de almas aquí con su muchachito.
Ellas se rieron, yo no. Me molestó el tono de Durán. Pero que iba a decir si me hacía un favor y estaba completamente en sus manos.
Durán volvió a Independencia y se fue recto por Díaz Mirón hasta entrar en la carretera de Boca del Río y Alvarado. Pasamos frente al cuartel La Boticaria. Duran me advirtió, mirándome por el espejo:
-Agáchate niño, no sea que te descubran porque entonces sí pau-pau.
Fingí que me reía pues enojarme hubiera sido ridículo. De todos modos me dio rabia que Durán me tratara como a un niñito para lucirse ante las muchachas. Iba como a medio metro de Ana Luisa, mirándola sin atreverme a acercarme ni cómo hablarle delante de extraños. Duran , en cambio, manejaba como loco,
llevaba casi montada encima de él a Candelaria y de vez en cuando nos observaba por el espejito.
Ana Luisa parecía divertida con la situación. Me sonreía pero tampoco hablaba. Hasta que al fin me dijo como para que oyeran los demás:
-Ven, acércate: no muerdo.
La frasecita no me gustó, pero aproveché para correrme en el asiento, pasarle el brazo, tomarle la mano y darle un beso en la boca. Aunque traté de dárselo en
silencio hubo un chasquido. Durán se volvió:
-Eso, niños, muy bien, así se hace.
Me pareció tan imbécil que me dieron ganas de contestarle: "Tú qué te metes hijo de la chingada". Me aguanté pues peleándome con él lo echaría todo a perder, y lo importante es que Ana Luisa y yo íbamos a estar, al menos relativamente, solos.
Serían como las seis y media de la tarde cuando llegamos a la playa. Nos fuimos hasta mucho más allá de donde los pescadores tienden sus redes y sus barcas. Cuando nos bajamos los cuatro y ellas dos se adelantaron a ver algo en la arena, Durán me dijo entre dientes:
-Si no te la coges ahora es que de plano eres muy pendejo. Esta ya anda más rota que la puta madre.
No me pude aguantar, ya era mucho, y además nunca me había hablado de ese modo, y le contesté:
-Mejor te callas, ¿no? A ti qué chingados te importa, carajo. No contestó. El y Candelaria volvieron al coche. Ana Luisa y yo, tomados de la mano, nos alejamos caminando por la orilla del mar. Después nos sentamos en un tronco al pie de los médanos.
-Quiero hacerte varias preguntas -le dije.
-No tengo ganas de hablar. Además ¿no que ya te andaba por quedarte a solas conmigo?: aquí me tienes, aprovecha, no perdamos el tiempo.
-Sí, pero quisiera saber...
-Ay hombre, seguramente ya te llegaron con chismes. No hagas caso. ¿O qué: no me quieres, no me tienes confianza?
-Te adoro. -Y la abracé y la besé en la boca. Tocó mi lengua con la suya, la estreché más fuerte y empecé a acariciarla.
-Te quiero, te quiero, me gustas mucho -me decía con un acento que jamás le había oído.
Y sin saber cómo ya era de noche, ya estábamos rodando por la arena, le metía la mono por debajo de la blusa, le acariciaba las piernas y estuve a punto de quitarle la falda (bueno, si alguien ve este cuaderno se me arma, pero debo escribir aquí lo que paso hoy), cuando de repente nos dio en los ojos una luz espantosa.
Pensé: es una broma de Durán. Pero no: el coche estaba lejos y seguía con sus faros apagados. Era un autobús escolar que se acercaba por la playa. No tengo la menor idea de lo que iban a hacer a esas horas. Tal vez a buscar erizos para un experimento, quién sabe.
Rápidamente nos levantamos y tomados de la mano seguimos caminando por la orillita, como si nada. El autobús se estacionó cerca de nosotros. Bajaron montones de niñas con uniforme gris y dos monjas. Nos miraron con tal furia que tuvimos que regresar al coche, sacudiéndonos la arena que nos había entrado hasta
por las orejas. Candelaria se estaba peinando y Durán se acomodaba los pantalones. -Malditas brujas, nos aguaron la fiesta -dijo.
-Vámonos a otro lado -propuse.
-No, ya es tardísimo. Mejor nos regresamos -contestó Ana Luisa.
-Sí, ya hay que volver. Imaginate si tu papá nos cacha en la movida -añadió Durán.
-¿Qué tiene?
-Nos pone un friega de perro bailarín y no podremos salir de nuevo los cuatro.
Durán había cambiado. Me alegre haberme atrevido a ponerle un alto. El regreso fue medio triste. Nadie hablaba. Pero yo tenía abrazada a Ana Luisa y la acariciaba por todas partes sin importarle que nos vieran. La dejamos a la vuelta de su casa. Se fue sin decirme cuando volvería a verla.
Apenas se bajó Candelaria, Durán me llevó al baño de un restaurante. Me lavé y me peiné, me puse pomada blanca en los labios -que estaban hinchadísimos- y loción en el pelo. No sabía que Durán siempre trae estas cosas en la cajuela.
Naturalmente, al regresar hubo gran lío. Durán se portó bien. Dijo que me estaba en enseñando a manejar en carretera y se nos ponchó una llanta. He escrito mucho y estoy cansadísimo. No puedo más.
*
A cambio de ayer hoy fue un día espantoso. Estuve ido en clase. Luego mi mamá me dijo: -Ya sé que andas con esa muchacha. Sólo te advertiré que no te conviene-. Quisiera saber cómo se enteró.
*
Me vi con Ana Luisa a las siete y media. Estuvo muy cariñosa y me rogó que no volviéramos a salir con Candelaria y Durán. Lo malo es que de otra manera no puedo conseguir el coche. No me atreví a preguntarle nada de lo que dijo Candelaria. Sería horrible que Ana Luisa pensara que no le tengo confianza. Me contó que mis hermanas la habían saludado muy fríamente. Esto comprueba que ya se sabe todo en la casa... Pero no pienso dejar a Ana Luisa por nada del mundo.
*
¿Por qué será que Ana Luisa siempre me hace preguntas y no quiere contarme nada de ella ni de su familia? Parece que se avergüenza de su papá, que tiene un carro de esos con magna voz y anda por todo el estado vendiendo callicidas, tintura para las canas, remedios contra el paludismo y las lombrices. No hay nada malo en ese trabajo. Más debería avergonzarme el de mi padre que se ha ganado la vida matando gente. Pero ella no quiere mucho al señor porque nunca está en casa y, como es hija única, la puso a trabajar desde muy chica.
A Ana Luisa le gustaría seguir estudiando. Es muy inteligente pero como sólo llegó a cuarto de primaria no lee más que historietas, se sabe de memoria el "Cancionero Picot", oye las novelas del radio y le encantan las películas de Pedro Infante y Libertad Lamarque. Me he reído un poquito de sus gustos y creo que hago
mal, pues que culpa tiene ella si no le han enseñado otra cosa. Cuando menos el otro día la defendí ante Adelina que se burlaba de Ana Luisa porque fueron a ver "Ambiciones que matan" y no la entendió pues no le da tiempo de leer los títulos en español. (A mí Ana Luisa me contó su versión de "Quo Vadis?" y es como para ponerse a llorar.) La falta de estudios de Ana Luisa es un problema que puede remediarse y además ella tiene muchas cualidades que la compensan. Con qué derecho voy a criticarla. La quiero y es lo único que importa.
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Un día horrible. Ana Luisa se volvió a ir a Xalapa. Sopló un norte, se inundaron las calles y el jardín de la casa. Me peleé con la Nena porque me dijo: -Oye, a ver si ya te buscas una novia decente y no sigues exhibiéndote con esa tipa que anda manoseándose con todos-. Afortunadamente no estaba nadie más pero no dudo de que la Nena va a contarle a mi mamá que la insulté y se burlará de mí con Adelina porque dije que estaba orgulloso de Ana Luisa y la quería mucho.
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Este domingo amanecí tan triste que no tuve fuerzas para levantarme de la cama. Bajo pretexto de que me dolían la cabeza y la garganta pasé horas pensando en que estará haciendo Ana Luisa y cuando regresará de Xalapa. Lo peor fue que mi mamá me untó el pecho con antiflogestina y por poco me vomito.
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Humillación total. El director me mandó llamar. Dijo que mis calificaciones iban para abajo en picada y mi conducta dentro y fuera de la escuela era ya escandalosa. Si no me corrijo inmediatamante, hablará con mi padre y le recomendará que me interne en una escuela militar. El maldito sapo me echó un sermón insistiendo en que estoy muy chico para andar con mujeres pues me van a perder y a volverme "un guiñapo
humano". ¿Pensará el muy hijo de su chingada madre que no lo he visto cuando para el ojo que le bizquea mirándoles las piernas a las muchachas? Tuve que aguantar el manguerazo con la mirada al suelo y diciéndole a todo, como auténtico pendejo que soy: -Sí señor director, le prometo que no se repetirá, señor director-. Para terminar la joda me dio de palmaditas con su mano sebosa: -Tú tienes buena madera, muchacho. Todos cometemos errores. Sé muy bien que pronto estarás de nuevo por el buen camino. Ándale, vuelve a tu salón-. Así es que ya mediomundo sabe lo de Ana Luisa y todos, absolutamente todos están en contra. Qué carajos les importa.
Ah, si se pudiera incendiaría la pinche escuela y mataría a todos los bueyes que sólo nos enseñan pendejadas.
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Todo sigue igual. Extraño a Ana Luisa. ¿Qué hará, cuándo volverá, por qué no me escribe?
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Las cosas ven de mal en peor. Fuimos a comer a Boca del Río, toda mi familia y Yolanda, una amiga guapísima de la Nena y de Maricarmen, y ellas me estuvieron echando indirectas, diciendo que Gilberto -el hermano de Yolanda, un sangrón que es muy cuate de Pablo- anda toda la vida con criadas en vez de fijarse en las muchachas de la escuela. -Las gatas deben tener su no sé qué- dijo Maricarmen mirándome a los ojos. Porque te aseguro que Gilberto no es el único gatero que conocemos.
Sentí ganas de echarle en la cara la sopa hirviente. Por fortuna mi mamá cambió la conversación. Maricarmen olvida que después de todo su Gabrielito es un pobre diablo aunque tenga mucho dinero, y el único novio que ha pescado la Nena era un capitancillo. Lo que pasa es que les gustaría enjaretarme a Adelina.Qué horror. Antes muerto que soportar a esa ballena.
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Hace tres días que mi papá no viene. Mi mamá llora todo el tiempo. Le pregunté a Maricarmen qué pasaba. Me contestó: -No te metas donde no te llaman.
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Regresó mi papá. Me dijo que fue a Xalapa, a arreglar un asunto con el gobernador. Durán, que lo acompaño, sabe toda la verdad pero no va a decirme una palabra. ¿Habrá visto a Ana Luisa? Imposible. Ni siquiera yo tengo su dirección.
*
Me salvé de milagro. Estaba solo cuando vino el cartero. Recogí la correspondencia. Un sobre sin remitente me dio mala espina. Aunque estaba dirigido a mi papá lo abrí, arriesgándome a encontrar una carta normal. Mi presentimiento no falló: era un anónimo. En letras de "El dictamen" pegadas malamente con goma decía:
UNO, DOS TRES: PROBANDO, PROBANDO. LA SOCIEDAD VERACRUZANA, ESCANDALIZADA POR LA CONDUCTA DE USTED Y DE SU HIJO. SI ESTO HACE AHORA EL NIÑITO ¿QUE SERA CUANDO CREZCA? INTERNELO EN UN REFORMATORIO CUANTO ANTES.
EVITE QUE LO SIGA DESGRACIANDO EL MAL EJEMPLO AQUI TODOS SOMOS DECENTES Y TRABAJADORES.
¿POR QUE SIEMPRE NOS MANDAN DE MEXICO GENTE DE SU CALAÑA? REPUDIAMOS A FAMILIAS CORRUPTAS COMO LA SUYA. DE TAL PALO TAL ASTILLA. VIGILAMOS. SEGUIREMOS
INFORMANDO. LAS PAREDES OYEN. TODO SE SABE. NO HAY CRIMEN IMPUNE. QUIEN MAL ANDA, MAL ACABA. ¿ENTERADO?
CAMBIO Y FUERA
Voy a quemarlo ahora mismo y a enterrar las cenizas en el jardín. Nunca había visto un anónimo de verdad. Creí que solo existían en las películas mexicanas. No me imagino quien puede haberlo mandado. Desde luego no será ninguno de mis compañeros ni una amiga de mis hermanas. (Se dice que Adelina manda anónimos pero no creo que se atreva a hacerlo con mi papá.) Nadie tendría la paciencia de recortar letritas e irlas pegando durante horas y horas. Además allí se usan palabras que no usan la gente que conozco. Me suena un poco al lenguaje del director que además es radioaficionado; pero él que tiene que estar hablando a nombre de la sociedad veracruzana si no es de aquí. Tampoco se animaría a meterse de esta manera con mi papá: sabe que es perfectamente capaz de darle un balazo. Y aunque lo odio, el director no me parece tan bajo como para mandar un anónimo.
*
Le doy vueltas y vueltas y todavía no lo creo. A lo mejor me equivoqué y es una mala interpretación. Quién sabe. Resulta que pasé a ver si Candelaria me tenía carta de Ana Luisa. Nunca la había visto sin Durán y como la farmacia estaba llena de gente me llamó a una esquina del mostrador, se puso insinuantísima y me dijo:
-Tú tomas muy en serio las cosas. Debías divertirte y pasarla bien y no ser tan a la antigüita. ¿Cuando quieres que nos echemos una platicada? Te voy a dar algunos consejos.
-El día que sea; nos ponemos de acuerdo con Durán.
-No, no le digas nada. Ni siquiera le comentes que hablamos. Mejor nos vemos tú y yo solitos. ¿Qué te parece?
-Pues, este, digo, bueno, es decir... tú eres su novia ¿no?
-Sí, pero no nacimos pegados. ¿Qué tiene de malo que tú y yo nos veamos? Me caes rebien ¿sabes? Durán no es mala gente pero es muy soldadote. En cambio tú eres finito, bien guapito, y no estás tan maleado.
-Oye, es que francamente no sé qué pensar. Me da pena.
-¿Pena? ¿Por qué pena? Mi hijito, piensa que después de todo Durán es tu gato, tu-ga-to. Además crees que es muy tu amigo pero no tienes ni idea de lo que dice de ti y de tu familia; de que eres un niñito muy consentido y más bien tontito; de que tu papá es un tirano y un ladrón que hace negocio hasta con los frijoles de la tropa y de que todo se lo gasta en viejas; y de lo resbalosas que son tus hermanas...
Candelaria iba a seguirse de filo echándole a Durán, cuando el dueño la llamó y le dijo que no conversara en horas de trabajo. Nos despedimos.
-Háblame aquí o búscame en la casa. Ya sabes dónde. No tengo teléfono.
¿Qué hago? ¿Le hablo o mejor no? No, para qué meterme en más líos. Y sobre todo no puedo traicionar a Ana Luisa ni tampoco a Durán.
*
Muy querida Ana Luisa:
¿Cómo estas? ¿Por qué no me escribes? Te extraño mucho, me haces mucha falta. Regresa pronto. Necesito verte. Recibe muchos besos con todo mi amor.
Jorge
Acababa de ponerle esto en una postal (dentro de un sobre) cuando llegó Durán muy misterioso a darme la carta que por la mañana le entregó Candelaria. se me hace que la abrieron poniéndola al vapor y luego la pegaron con goma o con engrudo. No puedo ser tan desconfiado. La copio tal como está:
Quérido Jórge perdóname que te escriva poquito pero estoy cuidando a mi papá, derrepente se puso malo de un disjusto que tubo gracias a Diós no es nada grabe estará bueno pronto y enseguida vuelvo.
Jórge estoy muy triste sin ti, pienso que no vas a acordarte de mi y te vas a fijar en otras muchachas que no te dén tanto problema como yo te e dado.
Pero mejor no lo agas porque yo te quiero muchísimo de verda ni te imajinas cuanto y me muero de ganas de verte ójala que muy pronto.
A Diós Jórge, resibe muchos besos y mi amor que siempre tuyo y quiereme
Ana Luisa
*
Bueno, pues no sé qué pensar. Además ¿cómo sabe Ana Luisa que me ha dado problemas.
*
Tenía que ser: ya le llegaron a mi papá con el chisme. ¿Quién habrá sido? La Nena jura que ella no fue, ni tampoco Maricarmen. Puedo creerla porque cuando menos es sincera y siempre da la cara. Entonces ¿será alguien de la escuela? No creo.
Estuvo mucho más duro que lo del director. Dijo que mientras él me mantenga mi obligación es estudiar y obedecer, que luego cuando trabaje y gane mi propio dinero podré tener miles de mujeres; aunque es el peor camino, me lo dice por experiencia (caramba).
Mi papá será muy general y toda la cosa pero no entiende cómo anda el asunto: me informó que de ahora en adelante no podré ir a ningún lado si no me acompaña y me vigila Durán (¡)
*
Hace rato, cuando me había escapado a la azotea para rondar, como todas las noches, la casa de Ana Luisa, la vi bajarse de un Packard último modelo (yo conozco ese coche) junto con la señora. Ellas no me notaron, alcancé a esconderme tras de la esquina. Me intriga saber quién será el tipo ya medioviejón que las vino a dejar.
Las ayudó con las maletas y se despidió de Ana Luisa con un beso en la mejilla. A pesar de todo no entró en la casa.
Qué desesperación no poder hablar con ella. Ojalá mañana me pase recado con Candelaria. Me encantaría ir a buscarla o cuando menos hablarle por teléfono a su trabajo pero me lo ha prohibido porque dice que la regañan y le descuentan de su sueldo.
Aquí hay otra cosa rarísima: si el dueño de la tienda es tan estricto ¿por qué la deja faltar tanto y no la destituye por otra empleada? No he conocido a nadie tan misteriosa como Ana Luisa.
*
Lo que menos esperaba. Ana Luisa le dejó un sobrecito color de rosa a Candelaria para que me lo entregara Durán:
Quérido Jórge resibí tu targeta, gracias. Espero que lo que voy a decirte no te moleste a mi me dá mucha tristesa pero no quéda mas remedio pues creo que es lo mejor para los dós.
Resulta Jórge que ya no bamos a suguirnos viendo como asta ora, se que me entenderas y no me pediras esplicasiones pues tan poco podría dartélas. Jórge siempre e sido sinsera contigo y te e querido mucho nunca sabrás cuanto de veras, me será muy difícil olvidarte, ójala no sufras como yo estoy sufriendo y te olbides pronto de mi.
Te mando un último beso con amor.
Ana Luisa
Me quedé helado. Luego me encerré en mi cuarto y me puse a llorar como si tuviera dos años. Ahora trato de calmarme y hago un esfurzp para escribir aquí. No puedo creerlo, no puedo soportar la idea de que nunca más volveré a ver a Ana Luisa. Es terrible, es horrible, y no sé, no sé, no entiendo nada.
*
Pasé una noche infernal. Durán me llevó en el yip a la escuela y no hablamos, aunque
estoy segurísimo de que el ya sabe y hasta vio la cartita que estaba en un sobre sin
pegar. Candelaria no tuvo la buena educación de cerrarlo.
Al salir rondé por donde trabaja o trabajaba Ana Luisa. Vi a sus amigas pero a
ella no. Me acerqué, me dijeron que no ha vuelto a la tienda ni creen que volverá.
Sentí muchas ganas de presentarme en su casa pero no tengo ningún pretexto. No
importa que sea humillante, quisiera verla cuando menos una última vez.
*
Mi mamá entró de pronto en el cuarto y me encontró llorando (a mi edad). Hizo preguntas y le conté la versión rosa de la historia. En vez de regañarme, dijo que no me preocupara: ella lo sabía y lo permitió para que me sirviera de experiencia; esto le ha pasado y le pasará a todos y no debo darle importancia: pronto encontraré una muchacha que sea de mi clase y verdaderamente pueda ser mi novia y no tenga tan mala fama como Ana Luisa.
Esta vez ya ni siquiera protesté como antes. No hice el menor intento por defenderla. Pobre Ana Luisa. Todos quieren hacerle daño. Ahora me doy cuenta de que en realidad nunca supe nada de ella. No creo poder enamorarme de otra...¿Y si todo cambiara y Ana Luisa viniera a decirme que lo pensó, reconsideró y está arrepentida? No, es una imbecilidad; esto no va a pasar, de nada sirve hacerme ilusiones.
*
Días, semanas sin escribir nada en este cuaderno. Para qué, no tiene objeto. Si alguien lo ve se burlará de mí.
*
Tuve un sueño muy triste pero absolutamente claro. Estábamos en México. Ana Luisa me citaba en "La Bella Italia" para que yo pudiese verla por última vez, ya que se iba y no volvería nunca. La cita era a las doce. Yo tomaba un tranvía y se paraba por falta de luz; un camión y chocaba. Me iba corriendo por una calle con árboles -¿Amsterdam, Alvaro Obregón, Mazatlán?- las piernas comenzaban a dolerme y tenía
que sentarme en una banca. En eso aparecía la Nena del brazo de Durán. -Vamos a la iglesia a casarnos -me decía-. Y tú, ¿ adónde vas tan apurado? No me digas que vas a ver a Ana Luisa-. Contestaba que no, que iba a un partido de fut y ellos me hacían conversación y yo desesperado sin poder zafarme. hasta que al fin seguía corriendo y me cruzaba con un entierro. En la esquina veía una señora de luto. Era mi mamá regañándome: -Van a enterrar a tu padre y tú en vez de llorarlo en el cementerio corres al encuentro de una mujerzuela-. Le pedía perdón y continuaba mi carrera. Al llegar a "La Bella Italia" eran las dos en punto y ya no estaba Ana Luisa.
Aparecía Candelaria con delantal, sirviendo las mesas. Me contaba que Ana Luisa me esperó mucho tiempo; tuvo que irse para siempre y no dejó dicho adónde...
*
Dos meses sin verla, seis semanas desde que recibí su última carta. En vez de olvidarla siento que la quiero más. Y no me importa que sea cursi el decirlo.
*
Le hice unos versos, tan malos que mejor los rompí. ¿Qué hará, donde estará con quién? Todas la noches voy a su casa. La encuentro siempre cerrada. ¿Habrá vuelto a Xalapa, se fue a México?
*
Lo mas triste de todo es que ya me estoy resignando. Pienso que tarde o temprano lo de Ana Luisa tenía que acabarse pues con los años que tengo no me iba a casar con ella ni nada por el estilo. Además desde que no nos vemos todo parece en calma. En la escuela ya me hablan, en la casa me tratan bien, puedo estudiar, leo muchísimo, y no ha llegado -al menos que yo sepa- otro anónimo. Pero no me importaría que todo fuera como antes, o peor, con tal de volver a estar con Ana Luisa.
*
Me preocupa Ana Luisa. Me duela no poder hacer nada por ella. Supongo que le está yendo muy mal y que su vida va a ser horrible sin que tenga ninguna culpa. Aunque pensándolo bien y fijándose en la gente que uno conoce o de la que sabe algo, la vida de todo mundo siempre es horrible.
*
Llegaron las cosas que habíamos dejado en México, entre ellas el baúl donde mi mamá guarda las fotos. En vez de estudiar o de leer me pasé horas contemplándolas.
Me cuesta trabajo aceptar que soy el niño que aparece en los retratos de hace ya mucho tiempo. Un día seré tan viejo como mis papás y entonces todo esto que he vivido, toda la historia de Ana Luisa, también parecerá increíble y más triste que ahora. No entiendo por qué la vida es como es, tampoco alcanzo a imaginar como podría ser de otra manera.
*
Escribo a las doce y media. No fui a clases. Hoy es cumpleaños de mi papá. Vendrán el gobernador, el presidente municipal y no sé cuantos más. En vez de que la haga Eusebia como todos los días, un cocinero especial prepara ;la comida. No voy a probar nada. Creo que no volveré a comer nunca. Soy tan bruto que a mi edad no había relacionado las comidas con la muerte y el sufrimiento que las hacen posibles.
Vi al cocinero matando a los animales y quedé horrorizado. Lo más espantoso es la muerte de la tortugas o quizá la de las pobres langostas que patalean desesperadamente en la olla de agua hirviendo. Uno debería comer nada más pan, verduras y frutas. Pero ¿de verdad no sentirán nada cuando uno las muerde y las
mastica?
*
Vino Yolanda a despedirse de mis hermanas porque se va a estudiar a Suiza. También a Gilberto lo mandan de interno a una academia militarizada de Illinois. Su padre se hizo millonario en el régimen que está por acabar. A muchos que conocemos les pasó lo mismo. Si en México la mayoría de la gente es tan pobre ¿ de donde sacará, cómo le harán algunos para sacar tales cantidades?
Yolanda nos contó que hace días Adelina trató de suicidarse. Metió la cabeza en el horno de la estufa y abrió el gas. Cuando empezó a sentirse mal se arrepintió, salió corriendo y antes de caer desmayada vomitó por toda la sala.Adelina dejó un recado echándoles la culpa del suicidio a su madre y a su hermano, y el capitán le dio la gran golpiza a Oscar, Pobre capitán, cuánto quiere a Adelina. No se da cuenta de que su hija es un mounstro.
La Nena, Maricarmen y yo nos moríamos de risa mientras Yolanda narraba y actuaba la tragedia de la gorda. Luego sentí remordimientos: no está bien alegrarse del mal ajeno, por mucho que deteste a Oscar y a Adelina y aunque estoy casi seguro de que ella mandó el anónimo, cuidadosamente pensado de manera que se lo achacáramos al director.
*
No entiendo cómo es uno. El otro día sentí piedad viendo a los animales que mataba el cocinero y hoy me divertí pisando cangrejos en la playa. No los enormes de las rocas sino los pequeños y grises de la arena. Corrí desesperadamente en busca de su cueva y yo los aplastaba con furia y a la vez divertido. Luego pensé que en cierta forma todos somos como ellos y cuando menos se espera alguien o algo viene a aplastarnos.
*
Ya no he salido con Candelaria y Durán, incluso ignoraba si seguían viéndose. Durán y yo hablamos poco. Siento que he traicionado a alguien que (excepto la vez de Antón Lizardo) se portó bien conmigo. Creo que él sabe algo de esa conversación en la farmacia pues tampoco ha hecho nada para que hablemos ni volvamos a ir nadar o a práctica de manejo.
En fin, digo todo esto porque hoy me encontré a Candelaria en el tranvía y, para hablar de Ana Luisa, se me ocurrió invitarla a tomar un refresco en el "Yucatán".
Apenas no sentamos Candelaria me preguntó por ella.
Apenas no sentamos Candelaria me preguntó por ella.
-¿De veras no lo sabes? No puedo creerlo. Pues me cortó, me mandó a volar.
-No me digas, No sabía nada.
-Pero cómo, si dejó la carta contigo.
-No la leí, claro, soy muy discreta... Que tonta, qué bruta, cuándo se va a encontrar a alguien como tú.
-No creas, yo quien soy.
Tú eres tú y ya te dije que me lo pareces.
Silencio, Enrojezco. Tomo un traguito de agua de tamarindo. Candelaria me observa, se divierte al ponerme en dificultades.
-Te voy a decir una cosa: tu error fue tratarla como una muchacha decente y no como lo que es.
-Oye, no te ha hecho nada, no tienes por qué hablar así de ella.
-Ah, mira nomás. Después de que te pone los cuernos y te usa como trapeador todavía la defiendes. Ay mi hijito, qué bueno o que tonto eres. Ojalá todos fueran como tú. Por eso es que me gustas, por eso... Pero tú no quieres hacerme caso...
-Es que... no sé si en realidad si... no, mejor deja que pase los exámenes: tengo mucho que estudiar. En cuanto salga de todo esto te hablo.
-¿Y ahorita por qué no?
-Mis papás me esperan a comer en "La Parroquia". Además tú tienes que regresar a la farmacia.
-Por mi no te preocupes, yo me arreglo.
-Mejor nos vemos la semana que entra ¿si? Pero, te lo ruego, no le vayas a decir a Durán.
-Cálmate, no va a saber ni jota. Además ya estoy harta de Durán. No sé cómo quitármelo de encima. Es una lata espantosa y ni que fuera la gran maravilla. Puro hablador, eso es lo que es.
Antes de que otra cosa sucediera pagué la cuenta, me despedí, insistiendo en que mis padres me esperaban, y le juré a Candelaria que iría a buscarla a su casa. En vez de contentarme la plática me entristeció. Qué injusto es todo: la que quiero me rechaza y rechazo a la que me quiere. Tal vez me engaño al suponer esto. ¿Será verdad lo que dice Candelaria? ¿No querrá simplemente utilizarme para fregar a Durán?
*
Desde hace tiempo no escribo nada pero ahora voy a desquitarme por todos los días que dejé en blanco. Acaba de pasarme algo terrible. Será mejor que haga el esfuerzo de contarlo más o menos en orden. Como mañana no hay clases y mis calificaciones han mejorado bastante, pedí permiso para ir a la función de lucha libre. Me dejaron, siempre y cuando me acompañara Durán. Esto me salvó, quién lo iba a decir.
Alcanzamos a comprar boletos de quinta fila en la reventa. Las preliminares fueron aburridísimas, con luchadores casi desconocidos. En la estelar se enfrentaron Bill Montenegro, que es mi ídolo, y El Verdugo Rojo, al que más odio entre todos los villanos.
A pesar de que el réferi estaba en contra suya, Bill dominó a lo largo de la primera caída y la ganó aplicando unas patadas voladoras perfectas y luego una doble Nelson. En la segunda El Verdugo empleó a fondo sus marrullerías y le dio una patiza a Montenegro. Ya para la tercera y última caída todo el público estaba en
contra del rudo, excepto Durán que tomó otra actitud -según creo- sólo para molestarme.
Motenegro cayó fuera de la lona y se golpeó en la cabeza. El verdugo lo subió tomándolo de los cabellos, lo agarró en candado e hizo chocar a Montenegro contra los postes del ring hasta que le abrió la frente. Bañado en sangre, Bill reaccionó y con una combinación de topes y tijeras se vengó de su rival echándolo a su vez de las cuerdas. Cambiaron golpes en el pasillo muy cerca de mi. El árbitro los obligó a volver porque ya el público quería entrar en defensa de Montenegro.
La vuelta al cuadrilátero fue la perdición de Bill. El enmascarado lo estrelló de nuevo contra los postes para ahondarle la herida. Yo estaba furioso de verlo sangrar y, como el réferi no hacía ningún caso de los gritos, aventé un elote que me estaba comiendo y le di en la cabeza al Verdugo Rojo.
Me aplaudió la gente que se dió cuenta. Pero el villano tomó el elote y empezó a picarle los ojos a Bill, tan fuerte que de milagro no se los sacó. Los mismos que habían aplaudido me insultaron y la cosa empeoró cuando el Verdugo puso fuera de combate a Bill mediante una quebradora.
Llovieron almohadas y vasos de cartón contra el Verdugo. Se llevaron a Montenegro casi muerto hacia la enfermería. Entonces unos tipos se acercaron a pegarme, gritando que yo era el culpable de la derrota. Serían como veinte y parecían dispuestos al linchamiento. Me dio terror verlos. Cuando ya hasta habían
roto sillas, Durán sacó la pistola y gritó:
-Lo que quieran con él, conmigo, hijos de la chingada.
No sé que hubiera pasado si no llegan los policías abriéndose paso en medio de la bola. Durán se identificó, explicó la situación, dijo quién era yo, o mejor dicho quién era mi papá. Y salimos, entre miradas de odio, custodiados por los gendarmes.
Al subirnos al yip Durán les dió cincuenta pesos y me aclaró: -Luego me los pagas. El caso es que el jefe no se entere de esto-. Y me vino diciendo que era una soberana pendejada lo que hice, que primero está uno y nunca hay que tomar partido por nadie. No le contesté porque entonces apenas comenzaba a sentir el susto. Qué noche.
*
Escribo por última vez en este cuaderno. Francamente no tiene objeto conservar puros disparates. Pero lo guardaré para leerlo dentro de muchos años. Ojalá entonces pueda reírme de todo lo que ha pasado. Lo de hoy me pareció tan increíble y me dolió tanto que siento como una especie de anestesia y veo las cosas como si estuvieran detrás de un vidrio.
Yo solo, cuándo no, fui a buscar la catástrofe. Ya que no había clases, no sé cómo ni por qué se ocurrió ir a Mocambo. Sin nadie, pues no tengo amigos en la escuela, hoy era el día libre de Durán y, como mi papá se quedó en casa durmiendo, le prestó el yip. No pude conseguir el coche grande pues mi mamá, la Nena y
Maricarmen se fueron a Tlacotalpan a un festival para los niños pobres.
Subí al camión en Villa del Mar y me tocó del lado del sol. Hacía un calor espantoso y al bajarme fui a tomar un refresco en un puesto de la playa. Me senté, pedí una coca con nieve de limón y me puse a terminar "La hora veinticinco" (cuando voy solo a alguna parte siempre llevo un libro o una revista).
Estaba tan interesante la lectura que ni cuenta me di del relajo que se traían dos tipos sentados a la mesa de enfrente. Habían bebido como cien cuba slibres y se decían cosas de borracho, abrazándose. Al levantar la vista me quedé paralizado: eran Bill Montenegro y El Verdugo Rojo (sin máscara pero lo reconocí por la
musculatura). ¿De modo que en realidad la lucha libre es mentira y los enemigos mortales son grandes cuates en la vida privada?
No se molestaron en volverse a ver al pendejo que estuvo a punto de morir por culpa suya. Me dieron ganas de reclamarle a Montenegro: ya estaba para caerse y me hubieran matado si los insulto.
Salí del puesto con la decisión de no ver jamás otra pachanga semejante y de no comprar nunca revistas deportivas. Pero faltaba lo mejor todavía. Fui hasta los pinos para dejar mi ropa y mi libro antes de meterme en el agua. Me estaba quitando los pantalones cuando pasaron a mi lado, en traje de baño y agarraditos de la mano Ana Luisa y Durán.
Siguieron adelante sin verme. Cerca de la orilla Ana Luisa se tendió en la arena y Durán, exhibiéndose a la vista de todo el mundo, se puso a untarle bronceador en las piernas y en la espalda y aprovechó el viaje para darle besitos en el cuello y en la boca.
Yo temblaba sin poder dar un paso. No creía en lo que estaba viendo. Me pareció el final de una mala película o de una pesadilla. Porque en la tierra no pueden pasar tantas cosas o cuando menos no pueden suceder al mismo tiempo. Era demasiado y sin embargo resultaba completamente cierto. Allí, a unos pasos,
estaban Ana Luisa y Durán, cachondeándose en público, y más atrás en el puesto Bill Montenegro y El Verdugo Rojo.
Debía irme. Si no al susto y la decepción iban a unirse el ridículo. Irme: ¿qué otra cosa podía hacer? ¿Pelearme con Durán sabiendo que me acabaría en un dos por tres? Reclamarle a Ana Luisa era imposible: me dijo muy claro que ya no quería nada conmigo. Al decirlo quedó libre. ¿Cómo sentirme traicionado por ella, por Durán, por Montenegro? Ana Luisa no me pidió que la enamorara ni Montenegro que lo "defendiera" del Verdugo Rojo. Nadie tiene la culpa de que yo ignorara que todo es una farsa y un teatrito.
Me decía todo esto interiormente para darme ánimos. Porque nunca en mi vida me sentí tan mal, tan humillado, tan cobarde, tan estúpido. Pensé en una venganza inmediata. Con mis últimos diez pesos tomé un taxi y fui a la casa de Candelaria.
Toqué la puerta, a mano limpia porque no hay timbre. Nadie salía. Ya me iba cuando de pronto se abrió un postigo y vi la cabeza de un bigotón malencarado, sudoroso y con el pelo revuelto -el tipo que se supone es su padrastro- que me gritó de la peor manera:
-¿Qué se le ofrece jovencito?
Y yo de imbécil todavía pregunto:
-Perdone...¿está Candelaria?
-No, no está. ¿Pa'que la quiere?
-Ah, no, para nada. Disculpe... Es decir, sí... es que... mire usted, le tría un recado de Durán... de su novio. Bueno, no importa, le hablo mañana a la farmacia.
El bigotón cerró furioso el postigo y toda la puerta se cimbró. Qué metida de pata mi supuesta venganza. Pensé que si hoy seguía en la calle me iba a aplastar un aerolito, ahogarme un maremoto o cualquier cosa así. Me vine a pie hasta la casa, con ganas de llorar pero aguantándome, con ganas de mandarlo todo a la chingada, y dispuesto a escribirlo y guardarlo para después, a ver si un día me llega a parecer cómico lo que ahora es tan trágico...
Pero quien sabe. Si, en opinión de mi mamá, esta que vivo es "la etapa más feliz de mi vida", cómo estarán las otras, carajo.